José de los Camarones en la Sala Malandar

sevilladisonante.es

La unión ilícita se ha consumado | José de los Camarones + Malabriega

José Miguel Carrasco

José de los Camarones y Malabriega todo un espectáculo. Sala Malandar. 18 de febrero de 2023

Gran noche en la sala Malandar la que tuvimos con Malabriega y José de los Camarones. Flamenco del puro y cabal y del que se mezcla con otras músicas para desgarrarlas con el quejío. Una sala con apenas cinco o seis decenas de espectadores, además de los que estuviesen presenciando el concierto en streaming por Vackstage, que quedamos fascinados, cautivados, por lo que escuchamos. José nos hizo sentir la magia del flamenco en toda su belleza sobrenatural… si la magia del arte cristalizar pudiera, dijo el poeta, y José creó anoche el diamante de más brillo con ella en la presentación sevillana de su reciente disco Anclé mi alma.

Al escenario salió su banda primero; todos juntos aunque a medida que las instrumentaciones lo necesitaban se iban retirando unos y quedando otros, alternándose constantemente: Jorge Gómez a la guitarra eléctrica, magistral; Rafael Fontaiña Teto a las percusiones, elegante al cajón, sensible, añejo cuando la ocasión lo requería; Dani Quiñones elevando a categoría de arte no solo la música que sacaba de su bajo, sino también la silla en la que sentaba, una Jacobsen como las de mi cocina, cuando lo que hubiese pegado era una silla de enea; Javier Marrugal a la trompeta, clara cuando la dejaba sonar libre y no rebajada de tono cuando le ponía sordina, sino con un toque más íntimo y personal, una mejor manera de expresar los sentimientos, y Josema García Pelayo al teclado y las programaciones, esplendoroso por el sobrio valor de sus aportaciones. Destacaba la trompeta, le acompañaba la guitarra y se rompieron los aires nocturnos de la melodía con los aplausos por la aparición de José; pantalón oscuro, chaquetilla blanca, como la que usa portando el canasto, que comenzó a vocear el Pregón de los camarones. Cantes de ida vuelta para empezar; le mete una dulce vidalita cuando anuncia lo que lleva y cuando la guitarra de Jorge se aceleró y el Teto marcó un ritmo más fuerte José cambió el cante a guajiras y todo adquirió mayor musicalidad. Empezaba irresistible.

Cambió la chaqueta y el tono en Copas vacías a una soleá alfarera, trianera, pero con sabor a albero, como el que le daba Platero de Alcalá, segunda llave del cante, detrás de Antonio Mairena. A las buenas soleares hay que echarle cojones y José se los echó y las levantó como pocos cantaores se atreven a hacerlo para que no se les partan las cuerdas vocales, metiéndose en la soleá apolá y después le dio el soniquete de Jerez, su tierra, terminándola en bulerías por soleá. José siguió denso en el registro empezando Ave María Magdalena por cabales del Serna, arrollando la noche, marcándola a fuego con su impronta de cantaó jerezano. Cualquiera diría que las seguiriyas de Manuel Torre no se pueden tocar… no le toques ya más, que así es la rosa, dejó advertido Juan Ramón… pero José y el Chipi de la Canalla le dan su toque con sus propias letras, actualizando los textos de siempre, en los dos cantes estos. Y el remate de la oración a la Magdalena ahí se quedó, emotivo y genial.

El mejor momento de la noche llegó con Diálogos con Teresa, cuando salió María del Tango a cantar con José. No es de este mundo María; millones de  matices estallando en su voz, todavía se me encoge el corazón cuando la recuerdo ahí arriba dándole la réplica al maestro. Lo que hicieron fue el diálogo que escribió Pablo Neruda y eso admitía muy poca música, solo el teclado y la guitarra muy suaves, para no distorsionar el ambiente creado por las voces extraordinarias ni quitarle a la canción la impronta de Manuel Picón, que fue quien le puso música para cantarla con Olga Manzano en aquel Fulgor y Muerte. Pero nunca verán los tiempos otros mejores Joaquín Murieta y Teresa que José de los Camarones y María del Tango. Él, mucho más cercano a Morente que a Picón; ella… ay, María… ella era la presencia de un amor que solo a veces quiere y solo a veces es querido, que en un instante se tiene y en un instante se pierde… No en este poema, sino en el Nº 20, Neruda le cantaba también a Teresa: es tan corto el amor, y es tan largo el olvido, como anoche fue corto el indescriptible momento y tan largo el sabor que nos dejó.

Todavía sobrecogidos escuchamos al cantaó, de nuevo solo, entonando los versos que escribió para Getsemaní por granaínas. José, creyente, que no religioso, se acordó de las madres; de María en Getsemaní llorando gotas de sangre. Y para no dejarnos a todos con el cuchillo clavado le metió unos cantes abandolaos para sacarnos del trance, con todos los instrumentos sonando a flamenco, a rock andaluz del que no suelta caspa… cuando José cantaba con toda su alma, y con todo su cuerpo, aquello de cuatro son pares y tres son nones, adivina el misterio si tienes cojones, yo creía que se caía para atrás, que sus setenta años no aguantaban el esfuerzo. Pero aguantó. Y se fue del escenario. Quizás a recomponerse. La banda se quedó sola alargando el son, no sé sí con mucha improvisación sobre una base ensayada, pero aquello sonó a soplo divino.

Cuando José volvió envuelto en una elegante capa trajo a Kavafis a escena. Con letras del poeta griego y también propias, José se metió por completo en este En su principio. Cuando después de hacerle una entrevista hace muy poco apurábamos la copa antes de la despedida, José me dijo que cuando canta estos versos se acuerda de Manuel de Molina y de las fatiguitas que pasó, de cómo se tuvo que najar de aquí, y como él también me vuelvo maricón. Sentimos así anoche cómo lo vivía, cómo cantaba esos versos vigorosos que escribía el artista, los que aquí tuvieron su principio, después de consumar su desviado placer sensual: la consumación de su unión ilícita se ha cumplío, gritaba José, una y otra vez, por encima de todos los prejuicios habidos y por haber.

Anclé mi alma, la siguiente canción, la que da título a la obra presentada esta noche, es una balada en cuya composición José pasó fatigas. Estuvo un tiempo en Ubrique, en una época en la que las sustancias ilegales le traían loco y tuvo un encuentro muy especial con su dios. De ahí surgió esta balada por bulerías que anoche interpretó despacito, como Lole y Manuel hacían con la mariposa blanca a la que ellos cantaban. Nunca la belleza sirvió a la desesperación como esta noche. Después hizo Llámala, lo único que cantó que no está en el disco. José fue el primero -que los puristas me corrijan si no-  en incrustar la estrofa como tercera unidad en una serie por seguiriyas; las suyas, como anoche, se compusieron de cuatro coplas autónomas muy conocidas entre los flamencos que se las han escuchado a Antonio Mairena, al Agujetas, muy unidas y ordenadas, recreadas en un cante compuesto. José cerró el circulo seguiriyero y nosotros estuvimos allí para ser testigos directos, con todos los sentidos estremecidos.

Después solo le quedaba irse lleno de contento. Por tangos. Empezó los Tangos de la libertad a capela; hasta que la guitarra anunció el inicio de la fiesta final. No me metas bulla, es la filosofía de José; hay que ir con los años, despacito y con buena letra, sin prisa pero sin pausa, caminante no hay camino. José dice que no ha llegado a la meta, pero está andando el camino hacia ella. Con buen paso, añado yo. En el escenario, anoche; no tuvo consideración con nada que no fuese vaciarse en él. No hay cante más de raíz, aunque no esté acompañado solo por una guitarra de palo.

La noche la abrió Malabriega. Cuarenta y cinco escasos minutos para un repertorio de ocho canciones de las que tres -no sé si cuatro- de ellas fueron estrenos que aparecerán en su próximo disco; una, Reflejo vacío, que habían lanzado el día anterior. Anoche aparecieron con una formación diferente a la de otros conciertos en los que he estado con ellos, espero que esta ya asentada por completo, porque no he visto desde hace mucho tiempo una sociedad tan bien cimentada en directo del metal pesado de la guitarra eléctrica y de la pureza de la guitarra española como la que aquí tuvieron, respectivamente, la de Joaquín Sanz y la de Manuel Soto, el Noly. La sección rítmica la componían Alfonso Vidal de Torres, el último fichaje del grupo, anteriormente en Zaguán, al bajo y Rau Pulido a la batería. Ellos fueron los que interpretaron la intro del principio, antes de que saliese Juan Castro a cantar y a marcar el compás con sus palmas.

Con todos sobre el escenario comenzaron con Fiebre, la canción que le daba título a su último disco, aparecido hace ya casi seis años. Con ella empezaron un majestuoso camino por una serie de interpretaciones que contenían el latido sensible del rock andaluz sin caer en sus tópicos. Calamidad estuvo recitada por Juan en gran parte, sobre la intensidad electrificada del ambiente, aunque el Noly le diera otro significado a la palabra fusión con su toque acústico. Una fusión llevada todavía más allá después con la transformación que Malabriega hace del Little wind de Jimi Hendrix, que ellos han rebautizado como Vuela, y construido a la manera de los primeros Triana, los de El Patio y el Agobio. El tema siguiente también estará en el nuevo disco, El duelo se llamaba y empezaba por bulerías; Sevilla es mi cárcel y Cádiz mi tormento, Almería es mi fracaso, París es mi lamento, Roma no está en el mapa, Holanda es toda mía, de Lisboa no entendí qué cantó Juan y Berlín es utopía; un viaje que empieza con aires alamederos, de la banda aquella, no del barrio de la ciudad. También era nuevo Tu pelo, tan dramática como bella y melódica en sus aires marcadamente trianeros; refiriéndome también de nuevo a la banda y no al barrio.

La nana de Dante tuvo unos acordes alternos de las guitarras del Noly y Joaquín que nos llevaron a la sensación de encontrar lo inesperado en cualquier momento de su diálogo. Y si aquí estuvieron perfectamente equilibradas entre ellas, en la canción siguiente, Reflejo vacío, la que habían estrenado el viernes en las plataformas de escucha, aunque yo recuerdo habérsela escuchado ya a Malabriega en el concierto que dieron en la Sala X hace tres navidades, el equilibrio lo establecieron con el apuntalamiento básico del bajo de Alfonso y la batería de Rau. Terminaron con Tormento, la canción que empieza con un preludio de guitarra flamenca, asentando el Noly el tempo con ella, para que Juan guie con su voz perfectamente medida esta delicia que se desmoronó entre los truenos de la batería, con todos los demás miembros de la banda rodeándola y alentando a Rau a seguir para que no llegase el final que nadie quería que llegase. Pero que llegó.

Fotos: Ignacio Díaz

Fuente: https://www.sevilladisonante.es/jose-camarones-presenta-disco

Compartir en: